Pastora: Vilma. B. de Rojas

El día antes de este discurso Jesús había alimentado sobrenaturalmente a una multitud hambrienta, con los cinco panes y dos peces que llevaba un muchachito.

El pan material que Jesús les dio, No le alcanzo para el otro día, por lo que la gente volvió a nuestro Señor, buscando otro milagro para saciar su hambre.
Esta gente pensaba solamente en lo material, ignorando la satisfacción espiritual que Jesús deseaba mostrarles a través de la multiplicación de los panes. Todo lo que querían era llenar sus vientres.
Hoy día muchos pueden buscar de Cristo para la solución de sus problemas o para sus necesidades; no por lo que Él es, ni por lo importante que es tener una relación significativa con su persona.
Si vemos detenidamente Juan 6:35 podemos notar que para Jesús: “venir a El implica= comer” “creer en El implica=beber”
Los tres grandes elementos para la vida física son: la respiración, el agua y la comida.

El hombre solo puede vivir unos cuantos minutos sin respirar, solo una semana sin tomar agua, y solo 40 días sin comida.
En el capítulo 6:35 y 48.

Como hombre Jesús conoce nuestras necesidades humanas como Dios puede cumplir cada una de ellas.

Juan 6:31-33 “Nuestros padres comieron el mana en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo”.
Jesús nació para ser “el pan de Dios”, que suple nuestra hambre y vacío espiritual, cuando esto ocurre las necesidades menores también son satisfechas.
Dios le dio “MANA”a su pueblo en el desierto y esta hojuela que era suplida milagrosamente en el desierto contenía los gérmenes vitales que ellos necesitaban para su bienestar físico, pero cuando el Padre nos envió a su amado Hijo, como “EL PAN VIVO QUE BAJO DEL CIELO”, Él ha vitalizado y vivificado a todo aquel que en El cree y lo sigue.

Cristo se ofrece como pan y solo cuando nos apropiamos (comemos) de lo que Él es en sí mismo y asimilamos; podemos tener vida eterna.

Cristo es el “pan verdadero”, no porque el Mana no lo fuera (Juan 8:32) sino porque no cesa de ser, pues el Mana en determinado momento ceso, cuando el pueblo de Israel entro a la tierra prometida.

Josué 5:10-12 “Y los hijos de Israel acamparon en Gilgal, y celebraron la pascua a los catorce días del mes, por la tarde, en los llanos de Jericó. Al otro día de la nueva tostadas. Y el mana ceso el día siguiente, desde que comenzaron a comer de los frutos de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron mana, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año”. Pero Cristo para nosotros lo que hemos creído en El; no cesa jamás.
Así como el “pan “que comemos contiene en si muchos nutrientes y elementos que necesitamos para la función orgánica; así también en Cristo tenemos todo lo necesario para nuestra vida espiritual y eterna.
Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, El entra en nuestra vida, se incorpora a nosotros convirtiéndose en fuente de vigor, victoria, fuerza y poder espiritual para siempre.

Juan 6:51 “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”.

Pero Cristo no solo ha venido para nuestra bendición personal solamente hay un aspecto práctico en todo esto. El desea una vez convertido en “nuestra vida”, seamos una fuente para alimentar a otros corazones hambrientos.

Mateo 14.16 “Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadle vosotros de comer”. El pan que Jesús multiplico para la multitud paso a ella por las manos de sus discípulos, simbolizando así la participación de todos en la obra gloriosa del Señor. Jesús hace el milagro y deja que nosotros tengamos el honor de cooperar con El.
Es egoísmo el comer y beber de Cristo y hacernos de oído sordos al clamor de los millares que padecen hambre.
La fuerza y capacidad que recibimos en nuestro banquete con El, la debemos usar para otros, que padecen hambre.
La fuerza y capacidad que recibimos en nuestro banquete con El, la debemos usar para otros, que padecen hambre coman del “pan de Dios que vino del cielo “y no mueran.

Para los orientales el pan representaba la hospitalidad y compañerismo, cuando se reunían los amigos partían el pan unos con otros como señal de unidad y compañerismo. Hechos 2:42 “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.

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